El sábado, 5 de abril, a la medianoche, se deberá ajustar la hora retrocediendo una hora en el territorio chileno, marcando así el inicio del horario de invierno.
El cambio de horario, si bien efectuado por consideraciones energéticas, puede desestabilizar el ritmo circadiano, impactando negativamente el bienestar. Afortunadamente, existen estrategias para mitigar estos efectos.
La adaptación gradual es fundamental. Adelantar o retrasar progresivamente el horario de sueño y comidas, en incrementos de diez minutos diarios, una semana antes del cambio, facilita la sincronización del organismo. Restringir el uso de dispositivos electrónicos, emisores de luz que interfieren con la producción de melatonina, resulta crucial en los días previos y posteriores al cambio.
Fomentar el bienestar físico y mental a través de ejercicio moderado, especialmente en las primeras horas del día, estimula la liberación de neurotransmisores beneficiosos para el sueño. Durante el fin de semana del cambio, reducir la actividad física intensa y evitar la acumulación de cansancio contribuye a la relajación.
Para consolidar el ciclo sueño-vigilia, es aconsejable evitar la siesta y el consumo de estimulantes como café o alcohol, particularmente en horario vespertino. La paciencia es clave, ya que la adaptación suele producirse en pocos días. La exposición a la luz solar durante las primeras horas del día favorece la resincronización del ritmo circadiano. En casos de mayor sensibilidad, la suplementación con melatonina, bajo supervisión médica, puede ser una herramienta útil para regular los ciclos de sueño.